6.6.13

Tengo algo que contarles: Perdido por Vacío


Creo que fue el destino. La conocí un nublado día de otoño. Sentada ahí con su largo cabello castaño oscuro, mirando por la ventana del salón de clases logró lo que nadie había logrado antes, hizo que me perdiera en el tiempo, consiguió que los pocos segundos que tuve para mirarla se convirtieran en una eternidad. Si es que tienen suerte, deben conocer ese estado. Aquel que te deja boquiabierto, tus ojos se niegan a pestañear y por tu cabeza no pasa ningún pensamiento, simplemente estás disfrutando el momento. A esa edad no sabía que significaba, pues solo tenía seis años y era el primer día de escuela, no sabía más de lo que mis padres habían intentado enseñarme y lo que había visto en la televisión o el cine.
Como era la primera clase nos asignaron los asientos y nos presentamos uno a uno, al frente. En lo que quedo del día nos hicimos amigos. Pasaron los años y fuimos los mejores amigos, hablábamos de todo y hacíamos todo juntos.
Así también, pasaba tiempo con mis padres, al ser hijo único uno tiene ciertas ventajas. Salíamos casi todos los fines de semana, nos divertíamos donde fuera. Nunca fui tímido con ellos, por lo que conversábamos de todo. Si estaba triste o alegre daba igual, lo compartía con ellos.
Tenía trece años cuando descubrí el vacío. Había vuelto tarde de la escuela por algunas actividades en las que estaba inscrito. Estaba triste, porque mi amiga de toda la vida, me había contado que su familia se tenía que mudar de ciudad por el trabajo de su padre. Tenía hambre y un poco de sueño pero, más que nada, estaba triste. Cuando entré a mi casa y pasé por el comedor, los vi a los dos levantándose de sus sillas y saludándome. Enseguida mi papá me pidió que los disculpara, que necesitaban salir por un momento, que volverían muy pronto. Mi mamá se me acerco y me dijo que mi cena estaba lista, solo tenía que calentarla un dos minutos en el microondas. Luego de eso se despidieron al momento que la puerta se cerraba tras ellos. Yo estuve en silencio, toda la tarde las sillas de mis padres estuvieron vacías y necesitaba conversar con ellos. Me dormí en silencio y nunca más volví a verlos, murieron en un accidente esa misma noche.
El vacío que habían dejado mi mamá y mi papá me había enseñado a  esperarlo, a saber que las cosas, las personas, se van y dejan vacíos donde estaban. Siempre que alguien se movía, alguien caminaba, alguien se paraba de su asiento para salir de la casa, dejaba un vació.
Algunos años después, mi mejor amiga volvió a la ciudad. Nos enamoramos y cuando nos besamos por la primera vez, cuando probé por primera vez aquellos suaves labios y sentí como podía comprender cosas como la eternidad, el tiempo y el amor, una inmensa tristeza me invadió. Saber que algún día, en algún momento, ella dejaría un vació.


Hoy cumplimos cincuenta años de casados y en estos años, cada celebración, cada beso, cada abrazo, cada caricia, cada roce me hacen sufrir una tristeza enorme, sabiendo que en cualquier momento puede haber  vació.

10.12.11

Esperó

Adele recién abría los ojos, así como cada mañana. Y como siempre no veía nada. Levanto su cuerpo y haciendo a un lado las frazadas de la cama para apoyar sus pies en el suelo. Posó su mano sobre la esquina del velador y así esperó. Cinco minutos permaneció ahí, quieta, inmóvil, casi inerte cuando finalmente sonó la alarma del despertador y con un suave perfecto movimiento de su mano, lo apagó.

Se calzó sus zapatillas de levantar y se dirigió al baño. Dejó que el agua helada reanimara su cuerpo. Hace días que era así. Era Greg quien se encargaba de todas las cuentas, y desde que se había ido ninguna cuenta era pagada. Después de vestirse se dio media vuelta esperando una palabra y al mismo tiempo que comenzaba a sonreír se acordó que Greg ya no estaba, y entonces su sonrisa desapareció.

Después de desayunar algo de té y galletas, bajó por las escaleras y abrió la puerta del estudio, se sentó y encendió el computador, como Greg le había enseñado, también la impresora, como Greg le había enseñado. Estos aparatos si funcionaban ya que Greg había hecho un trato con los vecinos por un poco de electricidad.

Dejo las cosas como estaban y se dirigió a abrir la puerta de entrada. Tomó sus lentes oscuros de sobre la mesa en el recibidor y se los puso para que nadie pudiera ver los ojos que solo Greg conocía. Abrió la puerta y se sentó a esperar.

A media tarde, mientras comía unas galletas, un hombre la saludo amigablemente. Ella lo hizo pasar, lo llevo al estudio y le indicó que se sentara en una silla. Ella se sentó frente al computador, puso suavemente sus manos sobre el teclado y presionó un par de teclas. Alargo su mano sobre la pantalla para alcanzar el botón de la cámara, le dio un par de instrucciones al hombre que permanecía sentado, y este se acomodo. Ella contó hasta tres y se disparó un flash. Presiono un par de teclas más y la impresora hizo su trabajo. Se acerco al hombre con las fotografías en la mano. El hombre se levantó, tomó las fotografías y le entregó algo de dinero.

Adele lo acompaño hasta la puerta donde intercambiaron despedidas y el hombre se marchó. Ella se sentó a esperar. Al rato las campanadas de la iglesia marcaban las ocho de la tarde. Adele esperó una hora más antes de cerrar e irse a dormir, por si es que Greg volvía.

7.9.11

Cuento: El Catalejo

Muchos años atrás, vivían un niño y una niña en una villa la cual nadie recuerda el nombre. Ellos eran de la misma edad y vecinos, por lo que todos los días salían a jugar juntos. Eran muy felices, siempre jugaban a buscar los lugares mas altos a los que pudieran llegar y mirar lo mas lejos que pudieran hacia el horizonte. Hasta que un día la niña cayó gravemente enferma y ya no podía salir a jugar, lo que hizo al niño sentirse muy solo.

Después de varios días en que el niño se paraba frente a la ventana de la habitación de la niña no sabiendo que hacer, se decidió por tocar la puerta y pasar a visitarla. Al verla ahí débil y dormida en la cama se quedó helado, no supo que hacer y salió corriendo de la casa a su habitación.

Cerca del ocaso, su padre entro a la habitación con una caja en sus manos. Le entrego la caja y, mientras el niño sacaba un catalejo del interior de la caja, le explico que su amiga había muerto hace un par de horas.

El salio corriendo del lugar con sus ojos cubiertos en lágrimas, llego al bosque y subió lo más alto que pudo en un árbol y se sentó en una rama. Se dio cuenta que aun tenia el catalejo en la mano y mirándolo vio el nombre de ella inscrito. Mientras nuevas lágrimas brotaban de sus ojos y el ocaso comenzaba, abrió el catalejo, miro al horizonte y pudo ver a su amiga como volaba feliz hacia el otro mundo.

27.4.10

Nuevo Comercial

Un comercia con opción para 3 marcas. Decida Usted.

8.7.09

Futuro

Aquí está el tratamiento del primer capítulo de una serie de televisión creada por mí y un compañero de universidad.