10.12.11

Esperó

Adele recién abría los ojos, así como cada mañana. Y como siempre no veía nada. Levanto su cuerpo y haciendo a un lado las frazadas de la cama para apoyar sus pies en el suelo. Posó su mano sobre la esquina del velador y así esperó. Cinco minutos permaneció ahí, quieta, inmóvil, casi inerte cuando finalmente sonó la alarma del despertador y con un suave perfecto movimiento de su mano, lo apagó.

Se calzó sus zapatillas de levantar y se dirigió al baño. Dejó que el agua helada reanimara su cuerpo. Hace días que era así. Era Greg quien se encargaba de todas las cuentas, y desde que se había ido ninguna cuenta era pagada. Después de vestirse se dio media vuelta esperando una palabra y al mismo tiempo que comenzaba a sonreír se acordó que Greg ya no estaba, y entonces su sonrisa desapareció.

Después de desayunar algo de té y galletas, bajó por las escaleras y abrió la puerta del estudio, se sentó y encendió el computador, como Greg le había enseñado, también la impresora, como Greg le había enseñado. Estos aparatos si funcionaban ya que Greg había hecho un trato con los vecinos por un poco de electricidad.

Dejo las cosas como estaban y se dirigió a abrir la puerta de entrada. Tomó sus lentes oscuros de sobre la mesa en el recibidor y se los puso para que nadie pudiera ver los ojos que solo Greg conocía. Abrió la puerta y se sentó a esperar.

A media tarde, mientras comía unas galletas, un hombre la saludo amigablemente. Ella lo hizo pasar, lo llevo al estudio y le indicó que se sentara en una silla. Ella se sentó frente al computador, puso suavemente sus manos sobre el teclado y presionó un par de teclas. Alargo su mano sobre la pantalla para alcanzar el botón de la cámara, le dio un par de instrucciones al hombre que permanecía sentado, y este se acomodo. Ella contó hasta tres y se disparó un flash. Presiono un par de teclas más y la impresora hizo su trabajo. Se acerco al hombre con las fotografías en la mano. El hombre se levantó, tomó las fotografías y le entregó algo de dinero.

Adele lo acompaño hasta la puerta donde intercambiaron despedidas y el hombre se marchó. Ella se sentó a esperar. Al rato las campanadas de la iglesia marcaban las ocho de la tarde. Adele esperó una hora más antes de cerrar e irse a dormir, por si es que Greg volvía.